La tecnología en sí misma no es intrínsecamente buena ni mala. Su impacto depende de cómo se utiliza. Puede tener beneficios significativos, como mejorar la calidad de vida, la comunicación y la eficiencia. Al mismo tiempo, puede tener efectos negativos, como la dependencia excesiva, la pérdida de privacidad y la creación de armas destructivas. La clave está en cómo la sociedad elige desarrollar y regular la tecnología para maximizar sus beneficios y minimizar sus riesgos.
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